La Eucaristía no es un símbolo
Y Carlo Acutis lo sabía muy bien
Este domingo canonizaron al “primer santo millennial” de la Iglesia Católica: Carlo Acutis. Tanto en la prensa como en las redes sociales se ha destacado efusivamente su papel como pionero digital en la labor apostólica. Por mí parte, debo confesar que, si bien había escuchado algunas cosas sobre este joven santo, conocía muy poco sobre su historia. Ayer, espachurrado en el sofá de mi casa, decidí poner fin a este vacío sapiencial, enchufándome un documental de una hora en YouTube.
Una vez visto el documental, puedo afirmar que la prensa, sobre todo la secular, no le hace nada de justicia a la historia real de este muchacho. Pues, como suele pasar, se le resta importancia a todo lo que realmente es importante en la vida de un santo: Dios.
La habilidad y el ímpetu de Carlo en su aventura digital es desde luego loable, pero es meramente anecdótica cuando entendemos lo que alimentaba toda esta ilusión de compartir su fe. Para mí, lo realmente extraordinario de Carlo fue su fascinación por la Eucaristía a una edad tan temprana. ¿Cómo es posible? Un niño, procedente de una familia no practicante, se asombra por aquel trozo de pan que tantas veces nos cuesta creer que es el cuerpo de Cristo. Y es que una característica común de la gente más santa que conozco es esta admiración por la Eucaristía, esta convicción tan consciente y consecuente de que Jesús está ahí y de las extraordinarias implicaciones que tiene esta verdad.
Para muchos cristianos la presencia del cuerpo de Cristo en la Eucaristía no es real, es algo meramente simbólico, como también lo son muchos de los sacramentos. No es objeto del artículo de hoy entrar en las interpretaciones particulares de cada una de las ramas del cristianismo no católico, pero es importante entender lo fundamental que es esta diferencia a la hora de vivir la fe y alimentar nuestra relación con Dios.
El otro día escuchaba en redes sociales a un chico que compartía su asombro ante la idea revolucionaria de que el Dios cristiano se hizo hombre para redimirnos, para restaurar nuestra relación con Él, pero le parecía que el hecho de que fuera hace más de 2.000 años, en un lugar tan remoto, desinflaba un poco el hype1 de la historia. Y bueno, si bien se trata de una buena observación, los católicos podemos afirmar que la última parte de su conclusión es bastante inexacta, porque Jesús no desapareció ni se quedó en su pueblo; Jesús está en cuerpo presente por todas partes. Él mismo nos lo recuerda:
“Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”
Mateo 28,16-20
No se trata de una forma de hablar, ni se refiere simplemente a un acompañamiento espiritual, se trata de una presencia real en cuerpo y espíritu. Estamos ante una singularidad de la eternidad, presente con todo su esplendor en la parroquia de nuestro barrio. Y no podemos acostumbrarnos a ello.
Se nos pone la piel de gallina viendo obras de arte, edificios con relevancia histórica o supuestas reliquias de Jesús, lo cual no tiene nada de malo, pero después pasamos por delante de un sagrario y ni nos inmutamos, o nos arrodillamos con cara de esfuerzo como si nos pesara el culo. Tenemos que recuperar esta admiración por la Eucaristía si queremos ser santos. Algún día, cuando (si Dios quiere) estemos en el paraíso, quizás nos llevaremos las manos a la cabeza al darnos cuenta de lo ingenuos que hemos sido al no aprovechar este gran regalo.
Por finalizar este breve post, te invito a reflexionar lo siguiente: ¿Crees de verdad que Dios está en la Eucaristía?
A partir de ahí, actúa en la medida de tu respuesta.
Expectación o entusiasmo intenso y a menudo exagerado que se genera en torno a un producto, evento o persona, normalmente por publicidad o comentarios de la gente.


