La historia es una asignatura pendiente que tenemos muchos de nosotros. Y no es de extrañar, puesto que esto parece no acabarse nunca y, con la tontería de las vueltas alrededor del sol (tal y como descubrió un sacerdote) vamos acumulando miles de años. Aún así, uno tiene que tener algunas nociones básicas sobre la herencia que ha recibido, para que al menos no se le meen en la cara en la primera ronda.
Como es bien sabido, la interpretación de la historia es un arma ideológica muy poderosa, influye en casi todo aquello que pensamos, damos por hecho y creemos. Por eso, todo autócrata de manual es de lo primero que se encarga, de controlar “el relato”. Una vez este se impone, ya no nos damos cuenta de que existe, se asimila y se diluye en la columna vertebral de nuestro pensamiento. Es como si viviéramos dentro de un marco invisible forjado con relatos difusos, que nos confiere la sensación de tener criterio propio y sentido común.
Existen muchas historias y uno debe saber, a medida que envejece y según en el contexto que le toca vivir, dónde focalizar sus esfuerzos. Y dado el contenido que se cuece en este portal, me atrevo a pensar que a nuestro lector le debería interesar e incluso preocupar la historia de nuestra Iglesia. Y no tanto para entender de dónde venimos, que también, sino para descubrir la cantidad de prejuicios y distorisones que existen alrededor de esta historia, un relato de oscuridad y superstición, que ha calado hondo dentro de todos nosotros.
Por eso hoy os traigo uno de los mejores libros que he podido leer sobre la influencia de la Iglesia en la civilización occidental, de hecho el libro se titula literalmente: Cómo la iglesia construyó la civilización occidental. Una síntesis sencilla y ordenada que nos muestra cómo, desde la resurrección de Jesús, el curso de la historia cambiaría para siempre.
Y es que no es poco lo que le debemos a la Iglesia. He aquí solo algunos de sus grandes hitos:
La reconstrucción de “Europa” tras la caída del imperio romano, gracias a las órdenes religiosas, como la Benedictina.
La redacción del derecho canónico por el monje jurista Graciano, que influiría enormemente en las bases de nuestro derecho actual.
Los monasterios se convirtieron en los principales centros de copia y conservación de manuscritos
La teoría heliocéntrica, desarrollada por el canónigo católico Nicolás Copérnico.
La creación del método científico por el teólogo, de la Orden Franciscana, Roger Bacon.
Los primeros “hospitales públicos” y las primeras universidades.
Grandes científicos y astrónomos jesuitas que asentarían las bases de la ciencia que hoy conocemos
El inicio del derecho internacional, por el sacerdote Francisco de Vitoria, tras la colonización de América.
Los inicios de la teoría de la evolución, gracias al padre de la genética Gregor J. Mendel, fraile agustino.
El precursor de la teoría del Big Bang, por George Lemaître, físico y sacerdote. 1
Podría seguir con muchos ejemplos más, pero para eso ya tenéis el libro.
Como veis, y en contra del relato actual, la Iglesia fue fundamental y pionera en los campos de la moral, la ciencia, el derecho y la creación de infraestructuras. Y aún así las esferas “intelectuales” contemporaneas se empeñan en hacer eco de eventos residuales2, más propios del contexto histórico que de la propia institución. También pretenden hacernos creer que, todos estos genios, eran simplemente creyentes por su contexto “cultural”, como si fueran ignorantes en todo excepto en alguna cosa. Si bien se podría aplicar esto de “creer por contexto cultural” a un grueso de la población religiosa (lo cual se podría también decir con el ateismo y los ateos actuales), estamos hablando de religiosos y grandes teólogos, convencidos y promulgadores de su fe, equiparables en cuanto a convicción, a los mismos “ateos practicantes” que les acusan de ser víctimas de su contexto3.
Pues bien, sin más dilación, aquí te dejamos el link a tu próxima viaje en el tiempo:
Fue ridiculizado por la esfera ciéntifica de su época, por ir en contra de Albert Einstein y acusado de mezclar teorías creacionistas con la cosmología.
Eventos como el supuesto “encarcelamiento” de Galileo Galilei.
Se suele decir esto de personajes como Isaac Newton, quizás el físico más importante de la historia. Aún así se les olvida que Newton dedico mucho más tiempo a su labor teológica que a la ciéntífica.