Hola de nuevo, mis queridos lectores. Termina ya la Semana Santa, después de una intensa Cuaresma, dejándonos un final desconcertante, aunque no inesperado: Nuestro Santo Padre ha fallecido. Una noticia triste pero que también nos permite sentir cierto alivio tras los, cada vez más dolorosos, padecimientos que sufría el Papa Francisco a su avanzada edad (siendo uno de los papas más longevos de la historia). Desde aquí os invito a dedicarle una pequeña oración.
Va, reza algo
Durante el periodo de tiempo transcurrido hasta empezar a escribir lo que ahora estáis leyendo, he podido hacer y rehacer varias veces en mi cabeza lo que iba a publicar hoy. En un comienzo, me proponía a redactar un breve comentario sobre el pontificado del Papa Francisco, a la vez que reflexionar un poco sobre la figura histórica del Papa en la Iglesia. Sin embargo, la inmensa colección de opiniones que he ido leyendo y escuchando por todas partes, me ha prevenido de caer en un “análisis póstumo precipitado”. Y es que, durante las últimas horas, en las redes sociales se han congregado todos los expertos en papalogía del universo, para convertir lo que debería ser un duelo fúnebre en un duelo de gallos.
En estos momentos de agitación, es importante recordar la caridad y el amor que debemos tener hacia un Santo Padre, y más aún hacia uno recién fallecido. Uno puede estar más o menos satisfecho con su trabajo, al igual que puede expresarlo libremente y con el debido respeto - pero hombre - también hay que saber ser oportuno.
Lo que estamos viendo en las redes sociales es un recital infantil, incluso entre algunos católicos, de calificaciones innecesarias y distorsiones patéticas de la imagen del Papa Francisco, para defender causas que nada que ver tienen con él.
Pero por si todo eso no fuera suficiente, también estamos siendo testigos del surgimiento de numerosos foros de expertos en política vaticana, realizando pronósticos y análisis increíbles sobre las próximas “elecciones” papales.
¡Ya puestos podríamos montar una porra!
Todos creemos saber lo que le conviene a la Iglesia ahora mismo, pero seguramente existe una distancia abismal entre eso que pensamos y lo que necesita realmente. Tenemos todo el derecho a tener nuestras preferencias, pero desde luego, no es muy prudente ponerse a publicar listas de cardenales con descripciones sacadas de ChatGPT o de vete tú a saber dónde ¿Qué vamos a saber nosotros? Aunque salga elegido el Papa que más nos guste, probablemente no será por los motivos que hemos elaborado en nuestra cabeza, a través de nuestra amplia experiencia imaginaria en cónclaves. Dejemos esas cosas en manos del Espíritu Santo, que algo sabe, incluso nuestra opinión, pero que como imaginaréis, no la va a tener en cuenta para señalar al nuevo Vicario de Cristo. Aun así, tened por seguro que sí tendrá en cuenta todas las burradas que hemos dicho en alto, el día que nos encontremos con Él cara a cara.
Al menos seamos un poco serios con esto y dejemos el alarmismo a un lado. ¿Os asusta lo que pueda venir? Pues leed la historia de los Papas que hemos tenido durante estos dos últimos milenios.
La historia de la Iglesia es ya muy extensa y nuestros antepasados han sido testigos de toda clase de extrañezas insospechadas, desde un Papa de apenas 14 años1 hasta uno que juzgó al cadáver desenterrado de su predecesor en un tribunal eclesiástico2. O, para que os hagáis una idea de las vueltas que da la historia, el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía de Jesús (los jesuitas)3, y mira por donde, acabamos de tener al primer Papa jesuita.
Así pues, la historia misma nos muestra cómo la Iglesia terrenal, a pesar de las dificultades y de la imperfección de sus militantes, está liderada por algo muy superior a nosotros mismos. Ponerse a llorar y desesperarse es poco sensato y nos distrae de nuestros auténticos deberes. Tened fe.
Dicho esto, termino esta publicación con una pequeña, pero poderosa, frase del Papa Francisco:
"Dejemos de lado cualquier clase de miedo y temor, porque eso no es propio de quien se siente amado"
Descansa en paz.
Benedicto IX, quien fue elegido Papa en tres ocasiones distintas durante el siglo XI. Según algunas fuentes, tenía entre 11 y 20 años al asumir por primera vez el pontificado, aunque la cifra exacta es debatida. Es conocido como uno de los Papas más jóvenes de la historia, y su pontificado estuvo marcado por controversias políticas y morales.
Papa Esteban VI, quien en el año 897 presidió el llamado Concilio Cadavérico (Synodus Horrenda), en el cual el cadáver de su predecesor, el Papa Formoso, fue exhumado, vestido con vestiduras papales y sometido a juicio. El cuerpo fue condenado, despojado de sus insignias y arrojado al río Tíber. Este episodio es uno de los más grotescos y polémicos de la historia papal.
En 1773, el Papa Clemente XIV emitió el breve Dominus ac Redemptor, mediante el cual suprimió la Compañía de Jesús. Esta decisión fue el resultado de intensas presiones políticas por parte de las monarquías europeas (especialmente Francia, España y Portugal), que veían a los jesuitas como una amenaza a su autoridad. La orden sería restaurada posteriormente por el Papa Pío VII en 1814.